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¿SE PUEDE APRENDER A DESARROLLAR LA RESILIENCIA?

En mayor o menor medida, todos somos resilientes: aunque ciertas situaciones resulten extremas, poseemos mecanismos psicobiológicos que nos permiten soportar la presión y recuperar el equilibrio cuerpo-mente.

Podemos enfrentar y superar la adversidad, hallando la calma en medio de la tormenta.

Los acontecimientos no son traumáticos hasta que los experimentamos como traumáticos; es nuestra percepción de lo que nos pasa lo que determina la forma en la que experimentamos lo que nos pasa. Cuando percibimos la adversidad como un desafío y encontramos seguridad interior, nuestras capacidades interiores emergen. Cuando percibimos la adversidad como una amenaza o un evento potencialmente traumático, anulamos nuestros mecanismos biológicos de crecimiento y creamos un problema duradero que puede derivar en estados depresivos.

Las personas resilientes se niegan a percibir los acontecimientos como traumáticos: viven las adversidades y los eventos negativos sin derrumbarse, por muy dolorosos que estos resulten.

Si no te consideras una persona resiliente, no es que no poseas esta capacidad. Lo que sucede es que la resiliencia se refuerza con el uso y se pierde con el desuso. Cuanto más nos esforzamos por ser resilientes, más fomentamos la flexibilidad cognitiva que nos permitirá abrirnos a nuevas posibilidades; cuanto más nos sumimos en el derrotismo, más reforzamos la neurorigidez que deriva en experiencias de sufrimiento.

Aunque nuestro enfoque inicial sea negativo, podemos aprender a percibir los estímulos de forma diferente para replantearlos en términos positivos, lo que por supuesto requiere de altas dosis de conciencia, claridad y discernimiento.

A continuación te voy a mencionar 5 Tips, que expertos en diversos campos recomiendan para desarrollar esa destreza que todos poseemos llamada resiliencia.

  1. Cambia la historia, Cuentate otro cuento

las personas solemos aferrarnos a la desesperación con mucha facilidad, pero rara vez llegamos a experimentar esos extremos que habíamos imaginado.

El Dr. Wilson destacado Neurobiologo, explica que, del mismo modo que nuestro sistema inmunológico nos defiende de agentes infecciosos, poseemos un “sistema inmuno- psicológico” que cura nuestras heridas emocionales. Según su investigación, nuestra mente sub-consciente utiliza este mecanismo para ayudar a la mente consciente a relativizar nuestras vivencias dolorosas, de modo que con el paso del tiempo nuestro narrador interior(mente interior) comienza a contarnos una historia más agradable.

Aunque la voz interior tienda al dramatismo, con el tiempo todo se va reenfocando gracias a este sistema inmuno- psicológico, y la mejor forma de favorecerlo es mantener siempre una actitud resiliente.

2.-Cuestión de actitud

Si No adoptamos una actitud correcta, el camino a la resiliencia se vuelve espinoso. Cuando nos negamos a considerar la posibilidad de percibir los eventos negativos como oportunidades de crecimiento, y en lugar de ello nos dedicamos a seguir victimizándonos, la resiliencia sigue durmiendo en su guarida secreta.

La actitud es uno de los nutrientes principales que ayuda a que nuestro equilibrio cuerpo-mente florezca.

3.-¿Quién creo que soy?

¿Somos lo que creemos que somos? ¿Está nuestra percepción de nosotros mismos distorsionada, reflejando una imagen irreal pero familiar y confortable? Zona de confort.

Ya que la negatividad suele ser resultado de una percepción desdibujada de la realidad, podemos comenzar por volvernos más objetivos en nuestra autopercepción. Si evaluamos nuestra realidad :–personalidad, comportamiento, relaciones sociales…- de una forma más imparcial y ecuánime, encontraremos que muchas de nuestras fortalezas siempre estuvieron ahí pero nuestra ceguera nos impedía verlas.

Las prácticas introspectivas como la atención plena, la meditación o la Hipnósis, son una excelente forma de regresar a nosotros mismos y conocernos. Cuando nos volvemos íntimos con nuestra vida interior, nos percibimos con mayor claridad, y capacidades que estaban en letargo como la resiliencia son redescubiertas.

4.-Enfrenta tus miedos

Muchos profesionales utilizan la llamada “terapia de exposición” para ayudarnos a cambiar las asociaciones que en el pasado establecimos con determinados estímulos.

Si hay algo que nos aterra, podemos dotarlo de nuevo significado dando pequeños pasos seguros

De este modo, vamos superando el miedo a través del acto sostenido de enfrentar las emociones que tanto nos molestan.

La idea de esta estrategia no es eliminar nuestros miedos de un plumazo, sino entrar en contacto con nuestro valor y nuestra resiliencia. No se trata de dejar de tener miedo, sino de seguir adelante a pesar del miedo.

5.-Practica el perdón

 Cuando No perdonamos liberamos todos los neuroquímicos del estrés y la ansiedad. Además, el cerebro entra en lo que se conoce como “la zona de no-pensamiento”, un estado cognitivo en el que nuestras facultades mentales se ven seriamente limitadas: no podemos pensar con claridad, y nuestra capacidad de resiliencia corre el peligro de quedar anulada.

Perdonar es salir al encuentro del otro, lo que nos permite al mismo tiempo salir al encuentro de nosotros mismos. Cuando nos volvemos conscientes de que nosotros también hemos errado y hemos sido perdonados en el pasado, relativizamos los fallos que todos cometemos, lo que nos permite reencontrarnos con nuestras fortalezas interiores. Dejar de asociar las equivocaciones -propias o de los demás- con estados de rencor y hostilidad permite que nuestro cuerpo-mente encuentre un punto de equilibrio óptimo en el que emerge lo mejor de nosotros mismos.

Resumiendo

1.    Todos poseemos esa capacidad natural de superar adversidades llamada resiliencia.

2.    La resiliencia está íntimamente ligada a nuestra percepción: cuando percibimos la adversidad como un desafío que podemos superar, nuestras capacidades interiores emergen; cuando percibimos la adversidad como una amenaza, anulamos los mecanismos psicobiológicos de la resiliencia.

3.    La resiliencia puede ser entrenada y desarrollada: podemos aprender a percibir los estímulos de forma diferente para replantearlos en términos positivos. Cuanto más nos esforzamos por ser resilientes, más reforzamos esta capacidad; cuanto más caemos en actitudes victimistas y derrotistas, más se atrofian nuestras fortalezas interiores.

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